La vallisoletana Susana Fradejas conoció al Papa Francisco tras la muerte de su único hijo, Luismi, quien padecía una cardiopatía congénita. Tuvo que ser trasplantado. Su sistema inmune se debilitó y contrajo un cáncer: "Le vino un virus que le provocó un linfoma. Tuvo tratamiento de quimio, pero el cuerpo estaba muy machacado como para superar todo", cuenta su madre.
En octubre de 2020, el obispo Aurelio García Macías, amigo de la familia, decidió contárselo al Santo Padre a través de una carta. Tras recibirla decidió reunirse con ellos. Aurelio les invitó a viajar a Roma, pero sin desvelarles la sorpresa: "Llegó el día de la audiencia y no nos había dicho nada. Nosotros íbamos hacia la cola que había y nos dijo: 'no, entrar por aquí, que vamos por otro lado'. Después nos dijo que íbamos a ver al Papa en una audiencia privada. ¡Nos entraron unos nervios! Y lo primero que nos dijo fue que nos quitáramos 'el bozal' para vernos la cara", declara Susana. Ese sentido del humor del Papa Francisco permanecerá imborrable en la memoria de Susana, al igual que su cercanía: "Buscaba las palabras para no dañarnos. Una de las cosas que nos dijo fue tratar el tema de la pena, decía: 'es como la muffa, la muffa es el moho'. Cuando pones una fruta con moho al lado de otras, al final lo van cogiendo las demás. La pena es lo mismo, si no la tratas, te invade y no sabes reaccionar", relata la vallisoletana.
Aunque la conversación fue más larga, ese consejo marcó a Susana, quien reconoce que la audiencia privada con el pontífice hizo que volviesen a casa armados de fuerza para pedir ayudar y para lidiar con un dolor como es el de la muerte de un hijo.
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